La mejor noticia que tuvo, meses no ha muchos, el “Pinta, mi amor…”, ante la masiva llegada de los pastelistas…-en bloque, como una retahíla tras él- se llamaba Carlos Casu: Un caballero “luminaria” sin parangón que enmarca los silencios, la bruma, el vapor, el cimbreo del viento y que, por sus despliegues teóricos (Hechos son amores…), se nos ha convertido en una especie de guía espiritual, un referente para todos nosotros, por mor de su dominio del romanticismo, es decir, del bello timbre en que los entornos aparecen extrañamente habitados; no por hostiles, sino por apariencia de inaccesibles…
¿De qué estado anímico hablamos…?: ¿Quizá de un mensaje impoluto, a la vez que “soberbio” de formas, y humilde de composturas…?
-“¿Cuálo…?”, hubiera respondido un, no por sordo, socarrón a lo Buñuel… “A mí no me gusta definirme…; yo sólo experimento”.
“Universalismo constructivo” (Torres García), purismo Renoir, elegancia Khnopff, aciertos de un digno heredero del impresionista catalán Lluis Graner… E incluso, artífice certero de la “transferencia” (¡), con sanguina y acrílicos: La magia del “Ponte Dante” de Treviso; el latigazo del “Parado” al borde del estanque del Lago; el “Abuelo y nieto”, su “Arriba” sobre pared de ascenso…
Pitan los trenes (que tienen hora y destino, como los atascos tienen hora y también destino) Y susurra la nieve… En ocasiones con “puntillismo a pincel ancho tipo espátula…”.
En progreso, avanzan amenazantes los cielos, se calienta hasta el aire de las esquinas; las espigas, la mies y su paja, el esfuerzo, el sudor del “Recolector”… Al óleo.
Vibran, destellan los nimios seres y los objetos: Un huevo estallado -genialidad absoluta-, unas cerezas con el brillo de temporada, y las cebollas…; el líquido de tarro que no quiere incorrupto, los mejillones de a la rica lata en escabeche, y por pareja aceitunas. O… “las naranjas son lágrimas que el propio Sol llora sobre nosotros para alimentarnos”, ha dejado escrito.
Es la suya una fragmentación de la realidad de enorme agudeza. Un esplendor de instantáneas de puertos (su Sardinero), de calles (la Mayor, la Gran Vía), parques (el templete del Retiro), de ríos (el Támesis ante el Big Ben), tejados (la bóveda de San José, desde el Círculo de “por la cá Alcalá”), de marinas a las que apunta un tal Redouane de Rabat… “¡Un cielo brumoso, deja estallar su cólera! ¡Un mar rebelde le da el répliqua! El combate entre dos eternos cómplices. ¡Cada uno se pinta del color del otro! ¡Y cada uno incita desde su posición al artista!”… De espíritus que danzan por Kandinsky o de ancianas de tormenta y lodo, quienes ignoran la agresividad de una era ya post industrial (Creo que es la misma viejiña del Ora pro Nobis…, tiene que serlo)
A veces te dice… “El problema a resolver en este cuadro era el uso de degradados y fundidos de colores complementarios sin producir mezclas extrañas”. ¡Y se queda tan ancho!
Un deslizado sinfónico de melancolía por capas y en pigmentos, interpretados a la textura de las yemas de sus dedos, en un talento de generosidad y fe que convierten su aptitud de implicación en una impronta personal. La que tampoco tiembla al afrontar la sensualidad de la carne, ¿quizá azul?, ¿como la lluvia y las siluetas de Mirador…?, ¿como el paseo invernal de don Pío desde su casa de Ruiz de Alarcón donde murió…?: Singin in the rain presenta una textura de gel de mica, de sílice con latex, de pasta de arena y pasta de polvo de mármol (Sic)
Movimiento, sombras desnudas, “desdobladas en gama fría” como en un ejercicio de minimalismo para un abrazo de ocres, naranjas, de amarillos de etérea fugacidad, de sugerencias atmosféricas que tornan a verdes; del agua que va remansa a colores contenidos, apagados…: Atracción de tonalidades únicas en un alarde a la busca del estado anímico de la individualidad, existencial, metafísica de parajes interiores que la historia del arte se empeña en denominar “naturalezas muertas”… Él asiente.
Tomemos las sardinas “frescues” al pastel de Casu…, las de las escamas de plata ensangrentada: “Es un retorno a los conceptos más vetustos del realismo en la still life in the cakes..., a base de efectos de luz”.
Y va don Galán Muñoz y le espeta… “¿Usas pasteles metalizados, Carlos??, o perlados???”.
Y él…
-Francis no hay tal cosa, y si la hay yo no la conozco. El efecto metálico es la puesta en juego de diversos grises, blancos y algún que otro “invitado”. Si observas con detenimiento y parálisis mental, cualquier reflejo de lo que sea, verás que está hecho de colores con formas igual que cualquier hijo de vecino..., sólo hay que identificarlos, buscar un patrón si existe (caso agua) y pintarlo. Tomar del propio banco de la memoria..., del subsconciente que le dicta al cerebro… “Tío, eso son sardinas y aquello una teta, rara pero teta; y eso otro no sé qué es, pero me gusta porque me recuerda a un ángel tocando la zanfoña...” El cerebrillo lo ordena y así nos lo creemos. Pigmentos los justos…, ni anacarados. Mire lo que dice el señor Berger, que sabía un rato: Sólo hay que mirar, pero no como normalmente se mira, sino como tocando al objeto por dentro...; se podría llamar "mirada acariciante".
Y concluye: El bodegón (mejor naturaleza muerta) es un género que han "jodido" a base de cuadros de restaurante con conejos y otras lindezas y sin embargo haciéndolos se aprende de "la realidad" más que tragándose entero tóo el serial de la Esteban… (¡)
Dicen los mejicanos, adonde suele, que… cuando el ratón está lleno, hasta la harina le sabe amarga. Éste es don Casu, en el eterno suspiro que nos provoca su obra…
Manolo Ferreras, periodista (Agosto, 2010)
Reseña del Grupo PINTA MI AMOR NO PARES
No hay comentarios:
Publicar un comentario